Motivación y disciplina.
Demasiada gente utiliza estas dos palabras indistintamente aunque, en realidad, son completamente diferentes.
Por eso creo necesario generar una pequeña reflexión sobre ambos conceptos.
Creo que es importante que tengamos muy claro como funcionan ambas, para ser capaces de aplicarlas en nuestras vidas cuando aparecen o cuando las necesitamos.
Empecemos por echar un vistazo al significado de las palabras en sí mismas:
1. Disciplina:
- Conjunto de normas que rigen una actividad o una organización.
- Actitud de las personas que acatan estas normas.
2. Motivación:
- Motivo, causa, razón que impulsa a una acción.
- Estimulación para animar e interesar.
En otras palabras, la disciplina es una actitud, una decisión interna, continúa y voluntaria de "hacer lo que se debe", de "acatar las normas". La motivación es algo instantáneo, prácticamente incontrolable, que puede ir y venir. Podemos tratar de generar motivación en otros, pero difícilmente nos motivaremos a nosotros mismos a voluntad.
Y, sobre todo, no se puede estar "motivado" para ser "disciplinado". Podríamos incluso decir que la disciplina empieza donde termina la motivación.
¿Cómo se relacionan entonces la motivación y la disciplina?
Sencillo, aunque nada fácil. Cuando quieras desarrollar un nuevo hábito, marcarte una nueva meta o trabajar en un objetivo que no seaa capaz de alcanzar:
1. Aprovecha toda tu motivación. Esa chispa que te hecho dibujar esa nueva meta. Deja que te inspire, pero no esperes que se quede permanentemente.
2. Concéntrate en desarrollar un plan, que incluya acciones (alcanzables y progresivas) encaminadas a acercarte a ese objetivo.
3. Sé disciplinado. Una vez haya pasado el impulso inicial, durante cada minuto de cada día restante, será tu disciplina la que marque la diferencia entre el éxito y el fracaso.
Desarrollaremos este tema un poco más durante las próximas semanas.
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