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Writer's pictureAndrés Navarro

Hábitos y disciplina

Nadie es totalmente disciplinado por naturaleza. Nuestra tendencia natural es a quedarnos en nuestra zona de confort, a reservar energías, a mantener el mínimo esfuerzo para la supervivencia. Por muy interiorizado que tengamos un hábito, necesitaremos cierto esfuerzo mental para ponerlo cada día en marcha, para priorizar los resultados a medio y largo plazo sobre la comodidad inmediata. Por muy disciplinados que seamos en general, cada vez que queramos desarrollar un nuevo hábito, deberemos realizar un esfuerzo añadido.


Y es que normalmente sentimos una ilusión y un subidón de adrenalina tan grande cuando empezamos algo nuevo que el plan más ambicioso para conquistar el mundo parece un juego de niños. Pero esa sensación desaparece y, cuando tenemos que madrugar, atarnos las zapatillas, sentarnos a estudiar o preparar cada día nuestra comida para la dieta, no podemos buscar esa emoción inicial, porque ya no está por ninguna parte. Seamos sinceros: La rutina diaria apesta. Incluso trabajar en el trabajo de tus sueños conlleva acciones desagradables o, como mínimo, poco agradables.


La motivación es algo maravilloso que debemos aprovechar cuando aparece. Nos da superpoderes de concentración y productividad. Pero la motivación es finita. No podemos forzarla o manipularla para que se quede más tiempo del que quiere. Desaparecerá mucho más rápido de lo que necesitamos para alcanzar cualquier meta para la que nos inspire.

Y ahí es donde sólo la disciplina puede salvarnos.

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